EL CONFLICTO VASCO Y RELACION NACION-ESTADO
(Conferencia en la UNLP) 14-04-08
En primer lugar, quiero transmitirles mi satisfacción por compartir con ustedes esta reflexión sobre como percibimos desde el Gobierno Vasco la situación que atraviesa nuestro país y como creo debemos orientar la acción política.
Una acción que no puede tener otro objetivo que el de ayudar a la gente a realizar sus proyectos de vida en las mejores condiciones, el alcanzar las mayores cotas de bienestar y lograr que todos los proyectos políticos no sólo puedan defenderse sino que también puedan desarrollarse, si obtienen para ello las mayorías suficientes.
Estamos hablando de una sociedad como la vasca que ha experimentado, en los últimos años, un cambio espectacular. Y lo más importante, es que lo ha hecho de forma equilibrada. Los vascos nos hemos demostrados permeables a las grandes transformaciones que se materializan en el mundo. Somos una sociedad abierta y solidaria que ha sabido reaccionar en las peores coyunturas, que tiene muy en claro que no hay progreso sin justicia social y que no hay futuro sin luchar contra las desigualdades y a favor de los derechos civiles y políticos de todos los ciudadanos.
Las instituciones vascas hemos puesto nuestro grano de arena en esta transformación. El Parlamento y Gobierno Vasco son la columna vertebral del país y gestionan un sistema con política fiscal propia – el concierto económico- en el que se desarrollan las competencias clave en ámbitos como la educación la cultura y el sistema sanitario, industria y comercio, transporte, obras públicas, las fuerzas de seguridad, con una policía propia, la vivienda, medio ambiente, agricultura, turismo, las políticas de empleo y seguridad social o recursos hídricos.
Con 7.234 Km cuadrados y una población de 2.140.000 habitantes, el PBI alcanza a 57.289 millones de Euros, lo que coloca nuestro PIB per cápita en 130,9% de la media de la Unión Europea de los 27; el 1,43% de ese PIB se destina a Investigación y Desarrollo (I+D). En 2007, la población activa la conformaban 974.400 personas y nuestra tasa de paro era de 3,1 %.
La radiografía económica de Euskadi resulta más aceptable. No en vano estamos hablando hoy de mayores tasas de empleo – las cifras de paro son prácticamente atribuidas a un paro técnico -, Y lo que es más importante, el paro masculino y femenino se ha igualado, cuando no hace ni 10 años, las diferencias estaban por encima de los 15 puntos porcentuales.
Tenemos un pueblo, tenemos una sociedad que por primera vez, ha alcanzado dos objetivos fundamentales para el bienestar de los ciudadanos: la convergencia en renta y la convergencia en empleo en Europa.
Los datos oficiales de los institutos europeos de estadística correspondientes al año 2006, confirman que la renta per cápita de Euskadi es un 36 % superior al de la media europea. La esperanza de vida alcanza en Euskadi a los 80.9 años de media y nos coloca en el tercer lugar del mundo tras Japón e Islandia. Contamos con unos altos niveles de educación hasta el puesto de que el 80 % de los jóvenes vascos entre 20 y 24 años dispone de un nivel de bachiller Superior o Educación Universitaria. Estos datos han colocado al País Vasco en los primeros puestos del índice de Desarrollo Humano (sólo superado por Noruega y Islandia), según el último informe de las Naciones Unidas.
Además, el Gobierno Vasco se ha comprometido con la sostenibilidad poniendo en marcha un programa especial contra el cambio climático y un plan de acción extraordinario para cumplir con los objetivos de Kioto 2012. Quisiera resaltar que, del presupuesto anual del Gobierno Vasco, el 72,5 % se destina a gasto social (sanidad, educación y protección social) y hemos sido al primera Nación que no siendo Estado firmó la declaración del Milenio de Naciones Unidas.
Pero no oculto que, por supuesto, en mi país existen problemas, debilidades, carencias, injusticia que debemos y queremos solucionar. Porque, sin duda, junto con esos datos en positivo, existen bolsas de pobreza, situaciones de marginación, pero tenemos muy en claro que la fortaleza de un País se demuestra, fundamentalmente, en el apoyo que se da a los sectores más desfavorecidos. Y sin duda, nuestras políticas sociales son las más avanzadas del Estado español con mucha diferencia.
La radiografía de Euskadi nos remite, a un País competitivo, equilibrado, solidario. Pero también refleja un País que tiene un problema político pendiente de resolver desde hace dos siglos y que padece una insufrible e intolerante violencia a la que exigimos un final. Ustedes habrán conocido durante la pasada campaña de elcciones generales del Estado español, ETA asesinó a un ex concejal del PSOE, a Isaías Carrasco, en la localidad guipuzcoana de Arrasate. Esta ignominia no sólo truncó para siempre la vida de una familia, sino que pretendió además interferir con sangre un proceso democrático.
La violencia terrorista es una lacra lacerante para nuestro País y un obstáculo, en todos los sentidos, desde el moral al político, para el progreso de nuestra Nación. Somos una rotunda mayoría los que no estamos dispuestos a tolerar impasibles el sufrimiento que nos quiere imponer ETA. Tampoco estamos dispuestos a aceptar la mayúscula cobardía de quienes son incapaces de reconocer públicamente que con la violencia no hay proyecto político que pueda prosperar. Por eso, un reto clave de la sociedad vasca, del Gobierno del que formo parte, es la pacificación y no vamos a cejar hasta lograrlo. No vamos a permitir que nadie se escude en un conflicto político para quitarla vida a uno de nuestros conciudadanos.
ENCRUCIJADA
Es un objetivo irrenunciable que tenemos como sociedad, como Gobierno, y como Partido. Mi formación política, Eusko Alkartasuna, tiene muy en claro que no hay meta más importante que la paz y la reconciliación, nada más básico que asegurar el futuro de la convivencia en nuestro País. Ahora mismo, acabamos de vivir un periodo electoral, en el que ni mi partido ni las otras dos fuerzas presentes el en Gobierno Vasco hemos obtenido los mejores resultados. La terrible polarización en torno a las fuerzas mayoritarias en el Estado español, PSOE y el PP, influyó de manera determinante en el electorado, Los partidos del nacionalismo vasco institucional tuvieron serias dificultades para hacer oír nuestra voz.
Sabemos que los comicios generales nos son adversos, que nuestras elecciones son las autonómicas, además de las municipales y forales, pero no excusamos con ello la necesaria autocrítica. Hemos hecho una reflexión profunda y actuaremos para corregir la situación, pero somos conscientes de que precisamente nuestra propuesta de paz es la que no debe ser modificada porque sintoniza con una evidente mayoría de nuestro pueblo.
Mantenemos además nuestra decisión de utilizar el autogobierno para ponerlo al servicio del bienestar de los ciudadanos. Y es que cuando reclamamos profundizar en nuestra capacidad de autogobierno lo hacemos porque estamos convencidos de que redundará en una mejor calidad de vida para todos y un claro reforzamiento de la convivencia. De ahí que hayamos puesto el centro de gravedad político en el derecho a decidir.
No es una posición beligerante contra nada y contra nadie. Es una apuesta democrática de futuro que refleja nuestra fe en el respeto que merece la opinión de los ciudadanos sobre como desean organizar sus relaciones políticas, económicas y sociales.
Se me hace muy difícil entender que quienes se afirman a sí mismos como demócratas cuestionen que el derecho a decidir o el derecho a la autodeterminación sea un derecho democrático. Prescindir hoy en día de los textos que así lo defienden, como una Carta de las Naciones Unidas o el Pacto internacional de los Derechos Civiles y políticos de la ONU, supone un ejercicio de enorme irresponsabilidad. Considero que si resulta absurdo intentar poner puertas al campo, no lo es menos cerrar los ojos ante la existencia de pueblos que se reconocen y afirman como realidades nacionales.
Euskadi forma parte de un mundo que cambia, un mundo que se adapta a la regla de oro en el siglo XXI como es la era del respeto a la libre decisión de los ciudadanos. Son formulas democráticas las que se exploran, por ejemplo en Quebec, para revisar su relación con Canadá; son vías políticas democráticas las que se han utilizado para dar satisfacción a los pueblos de Alemania, Eslovenia, República Checa; Estonia; Irlanda; Montenegro, Escocia o, más recientemente Kosovo.
El diálogo, el acuerdo, el respeto a las mayorías, se ha impuesto en esos lugares para dar solución a los conflictos de naturaleza nacional. Por eso, me gusta recordar a quienes nos acusan de vivir en otro siglo, que en los últimos han sido 27 los pueblos que han solucionado el mantenimiento de su identidad constituyendo sus respectivos Estados independientes. Por ello, considero absolutamente inútil el empeño de negar a los vascos el derecho que la comunidad internacional acepta y que se ha revelado eficaz para afrontar una salida a problemas políticos mal resueltos durante siglos.
En este sentido, la propuesta del Gobierno Vasco para realizar una consulta a los ciudadanos de Euskadi es un primer paso. Aunque algunos se empeñen ahora en oscurecer e incluso anular la propuesta que el Gobierno presentó a los ciudadanos, a mí me gustaría subrayar que la pieza básica de esta incitativa es la oferta del diálogo y acuerdo al gobierno español. Hablo, por tanto, de una medida de impecable factura democrática.
El Gobierno Vasco y el Lehendakari hemos explicitado un camino para posibilitar que los ciudadanos sean escuchados, para romper un bloqueo que ha dejado a nuestros País en una insoportable expectativa. Nadie, que sean los propios ciudadanos vascos y sus instituciones, nos van a marcar nuestra hoja de ruta. Nuestra mano está tendida y así continuará. A quienes la desprecian, yo les preguntaría ¿qué partido pretenden que juguemos los vascos cuando nos obligan, siempre, a celebrarlo en el campo contrario, con árbitros que nombra el equipo anfitrión, y con una pelota que cuando nos toca chutar a nosotros nos la cambian y nos la dan pinchada. Así no hay partido. Entenderán ustedes que no es posible.
Los que han interpretado el Estatuto Vasco de una forma autoritaria durante casi 30 años, los que sin debate alguno rechazaron en febrero del 2005 la propuesta de un pacto que presentamos desde Euskadi, se oponen ahora a que los ciudadanos vascos sean consultados. ¿Nos pueden decir cuál es la vía que proponen para solucionar de una vez el problema político que padecemos?, ¿Por qué tienen tanto miedo a la consulta?, ¿Tanto les preocupa conocer la opinión de la sociedad vasca?
Yo no creo que defraudaríamos nuestro compromiso con los ciudadanos, si ahora declinamos consultarles. Entendemos que toda negociación obliga a las partes a flexibilizar sus posiciones y esa es nuestra disposición cuando pedimos abrir cuanto antes una mesa de diálogo, pero en ningún caso deberemos renunciar a que los vascos digan su palabra. Esa es mi opinión. Como también considero un grave error político la persistencia del Estado español y del partido al frente del gobierno en la estrategia de ilegalizaciones de partidos políticos. Yo siempre he defendido y defenderá el respeto de todas a todas las opciones políticas. Y no me cabe duda alguna de que la izquierda abertzale, bajo cualquiera de las siglas que se ha manifestado, representa una parte de la sociedad vasca.
Sin embargo, la falta de valentía para desvincularse de al estrategia de ETA supone un lastre importante a la hora de desarrollar con credibilidad su acción política. Porque, no basta con defender el derecho de expresión; de manifestación o de asociación si a la vez se calla ante la conculcación del principal derecho humano, que es el derecho a la vida. Los derechos humanos no son parcelables. No se pueden defender los que nos afectan a nosotros y vulnerar los que afectan a los demás. Y esa es una verdad que aún ni ha aceptado ni practica la izquierda abertzale.
DIALOGO
Yo defiendo, además, que el diálogo es la clave de cualquier solución porque no hay otra manera de resolver los conflictos. Que nadie se llame a engaño. No hay vías posibles para la paz y la normalización política al margen de un diálogo que involucre a todos sin límites ni excepciones. Por ello me parece absolutamente errónea toda política que prescinda de este diálogo y entiendo que constituye un escándalo a causa penal abierta contra el Lehendakari, Juan José Ibarretxe. Le van a juzgar por mantener un diálogo político con todas las fuerzas políticas vascas sin excepción.
Con este juicio, el daño no sólo lo sufre el Lehendakari sometido a un proceso sin pies ni cabeza. Lo que se pretende es poner contra las cuerdas a la máxima autoridad del País Vasco para poder marcarle el rumbo político. La derecha está detrás de este proceso. Cuando el PP perdió por primera vez las elecciones en el 2004, disidió atrincherarse dentro del poder judicial para, desde la atalaya, interferir en el poder político. Ahora, derrotado de nuevo el PP, la derecha persiste en esa estrategia.
Pues bien, ese injusto proceso no modificará en ningún caso la determinación del Gobierno Vasco para seguir impulsando el diálogo con todos y en dar la palabra a la sociedad vasca. Yo, por supuesto, creo en la necesidad de buscar el consenso más amplio posible entre todos los que vivimos y compartimos Euskadi. Creo en ese esfuerzo y me parece que debe hacerse porque el empeño lo requiere. Pero también considero que no podemos transformar esa aspiración en un límite infranqueable ni fiarnos de quienes apelan todos los días al consenso y rehuyen luego de él como gato escaldado.
El Estatuto de Gernika hoy en vigor no concitó en 1978 el apoyo de todos. Ni la derecha representada por entonces por Alianza Popular, ni Herri Batasuna lo respaldaron. Sin embargo, se estimó que habíamos logrado un consenso posible en aquel momento. Creímos que aquel pacto, que algunos luego traicionaron, respondía al sentir político de una mayoría. Porque a la postre y en democracia, esa es la clave. Son las mayorías las que determinan las decisiones. Es la regla básica y, por tanto concitar esas mayorías en torno a sus proyectos de esa aspiración de toda fuerza política. Pero en el Estado español se hace, por desgracia, evidente que algunos parecen sentir pavor cuando somos los nacionalistas vascos los que hablamos de respetar la mayoría.
Y lo lamento porque no se contribuye a reforzar la democracia cuando sólo se da la validez a la mayoría en al que uno participa. Es lo que ocurrió, por ejemplo, cuando sin posibilidad siquiera de debate se rechazó en 2005 el proyecto de nuevo Estatuto que, no olvidemos, obtuvo el apoyo de la mayoría absoluta en el Parlamento Vasco.
Minimizar aquel atropello democrático, puede pasar una grave factura. Porque está muy lejos de una buena pedagogía felicitarse de haber impedido el debate de la propuesta. Hubo incluso quien dentro del partido del Gobierno (Alfonso Guerra) se mofó de cómo en Madrid habían despreciado la voluntad de la mayoría de la sociedad vasca. Eso es verdaderamente grave. Aquella propuesta respetó todos los procedimientos establecidos para su tramitación, pero el PSOE la ninguneó por dos razones: porque no era parte de la mayoría que lo había respaldado y por miedo al uso que el PP pudiera hacer de su actuación.
DESCONFIANZA EN EL PSOE
Me temo que a partir de ahora pueda suceder algo parecido. Mi deseo, y créanme que es sincero, es que la reflexión cobre cuerpo en la dirección socialista para que se implique en el diálogo. Y deseo fervientemente que lo hagan con lealtad. Porque el PSOE sabe perfectamente que la legalidad no es el problema, que lo que deben aclarar es si la sociedad vasca tiene o no derecho a expresar de manera pacífica como quiere su futuro.
Hasta ahora hemos oído que para negar ese derecho se exhibe la Constitución. Un texto que apenas fue respaldado por el 30 % de los vascos. por el contrario, se ignora lo que fue un pronunciamiento mayoritario del Parlamento Vasco, como la propuesta del Estatuto aprobada en diciembre de 2004. El reto es, y continúa siendo, atender y respetar a la sociedad vasca. La experiencia demuestra que en todos los momentos que hemos sido capaces de fraguar acuerdos sólidos con respaldos amplios, se han dado pasos adelante.
En el último año hemos visto muchas cosas. Hemos visto como el PP tiraba de la cuerda con el interés de hacer fracasar el proceso de Paz. Hemos visto que los socialistas carecieron de la audacia suficiente para llevar su decisión adelante, mediante pasos que eran necesarios para afianzar ese camino. Sobra decir que la responsabilidad fundamental en la ruptura de la tregua y de la frustración generada en miles de ciudadanos es de la propia ETA.
LOS RETOS DEL NACIONALISMO
Conste que, de ninguna forma, estoy equiparando responsabilidades. Entre otras cosas, porque a ETA no le reconozco ninguna legitimidad mientras entiendo que el PSOE representa a muchos ciudadanos que merecen el máximo respeto. Un respeto perfectamente compatible con mi denuncia clara de una política, la del PSOE, en la que abundan las palabras y faltan los compromisos.
Hecho en falta la audacia de una fuerza, que se dice de izquierdas para transformar de verdad y con todas las consecuencias de un Estado que continúa siendo centralista El PSOE observa con vértigo la realidad plurinacional del Estado y se resiste a mover ficha. Por eso, considero que el nacionalismo democrático institucional tiene un papel importante que desarrollar en el futuro.
Mi partido Eusko Alkartasuna, está dispuesto a trabajar sin complejos por la Paz, la convivencia y el autogobierno. Hemos gestionado hasta ahora mucha frustración, y es el momento de abrir expectativas de futuro, de general una nueva esperanza, para la ciudadanía.
Este es el momento de hacer política con mayúsculas, no el de la judialización de la política ni el de la “política a corto plazo”. Es el momento de los acuerdos, pero sin vetos y sin trampas. El nacionalismo ha sido el auténtico motor del Pueblo Vasco. Eso no significa que menosprecie la participación de otras fuerzas en las que hoy somos. Lo que digo es que nadie nos podrá discutir que nos hemos implicado hasta la médula para construir País y reforzar los valores democráticos. En el nuevo contexto, el nacionalismo es consciente de que deberá tener en cuenta, como lo ha tenido siempre, cuales son las necesidades de la sociedad para graduar los tiempos y dar los pasos acordes en lo que sea el sentir mayoritario de vascos y vascas.
Y en ese empeño vamos a continuar con absoluta lealtad a los ciudadanos y a los compromisos adquiridos. Porque estamos en un momento de transcendencia histórica y es nuestra obligación actuar para que Euskadi gane el futuro.
JOSEBA AZKARRAGA RODERO
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