Koldo Campos Sagaseta
La “respuesta” proporcionada
Afirmaba en estos días Zapatero que “Israel es un amigo de España y por ello debemos decirle la verdad: su respuesta es desproporcionada”.
También Europa, al calor de las mismas amistades, coincidía en denunciar la desproporción de la “respuesta”.
Y tampoco es la primera vez que los abanderados de la moral, de la tolerancia y los derechos humanos en la civilista y democrática Europa, insisten en el problema de la proporcionalidad para referirse al genocidio que el bárbaro estado israelí viene llevando a cabo impunemente contra el pueblo palestino.
Pero lo que ni antes ni ahora ha señalado esa recua de cínicos sinvergüenzas que gobiernan los destinos de Europa, cómplices y encubridores de los sionistas, es cuál debe ser la proporción debida, hasta donde debe llegar la muerte y el horror.
¿Tal vez 600 muertos y 3.000 heridos, ahora que, al parecer, ya pasan los muertos del millar y suman 5.000 los palestinos heridos? ¿Tal vez 200 niños masacrados en lugar de los 400 que ya han reventado las bombas israelíes?
¿Es desproporcionado usar fósforo blanco o entraría dentro de una proporción que se respete experimentar en Gaza con nuevos y terroríficos explosivos?
¿Puede ajustarse a una correcta proporción el bombardeo de hospitales, de centros de refugiados, de establecimientos de las Naciones Unidas o sería, proporcionalmente, más aconsejable no bombardear instalaciones de la Cruz Roja o centros de comunicación?
¿Si la genocida banda terrorista israelí suprimiera el uso de armas de destrucción masiva podría considerarse más proporcionado su terrorismo?
¿Si en lugar de mil toneladas de bombas de racimo sólo arrojara 500 sobre la nuca de la ciudad de Gaza, sería más humano su proceder?
¿Resultaría más ajustado a derecho para los líderes europeos que la banda criminal sionista mantuviera su proporción de espantos sólo por las mañanas, o las limitara, únicamente, a funciones nocturnas?
¿Les parecería más proporcionado a Francia, a España, a Italia, a todos los países europeos que suministran armas de guerra y municiones a Israel, que el estado judío no las emplease en sus matanzas y que de hacerlo eximiera de responsabilidades a sus gobiernos amigos y proveedores?
¿Qué proporción de resoluciones de Naciones Unidas puede ignorar Israel sin que ello le represente sanción alguna, incluyendo una posible y, por supuesto, proporcional invasión?
¿Qué proporción de años debe esperar Palestina para recuperar sus territorios ocupados?
¿Son los 62 años que han transcurrido desde la resolución 181 de Naciones Unidas, en 1947, conocida, curiosamente, como “resolución de la partición de Palestina” suficiente proporción de años o debe Palestina seguir esperando una fecha en el calendario, obviamente, más proporcionada, para recuperar su derecho a ser?
¿Quién sabe?
Al final, al cabo de tanta hipócrita complicidad, de tantas ecuánimes condenas, de tantas ponderadas repulsas, de tantas consensuadas declaraciones, y cuando ya la náusea instalada en los ojos no soporta un noticiero más, un reportaje más, un eufemismo más, casi acabas pensando y, repito, casi, que tal vez, tengan razón y todo sea cuestión de proporciones, de atinar con la proporción correcta, con la adecuada, que el holocausto, por ejemplo, también fue desproporcionado, que quizás tres millones hubieran sido suficientes o que, tal vez, seis no fueron bastantes.
Para mi suerte, el “casi”, sin proporción que valga, no me permite pensar semejante infamia y tanto asco reservo al holocausto judío a manos de los nazis alemanes como al holocausto palestino a manos de los nazis israelíes.
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