domingo, 21 de febrero de 2010

La Secretaría de Disculpas de los Estados Unidos



Cronopiando
Koldo Campos Sagaseta

La Secretaría de Disculpas de los Estados Unidos

Hace nueve años la Fuerza Aérea Peruana, acatando órdenes de la CIA, derribó sobre la selva peruana una avioneta en la que viajaba una familia de misioneros estadounidenses. La avioneta la ocupaban Jim y Verónica Bowers, junto a sus hijas Cory y Charity, además del piloto, también estadounidense. Tras cinco minutos de conversaciones, llantos y súplicas por radio entre los agentes de la CIA, los militares peruanos y los misioneros, la CIA resolvió que se trataba de narcotraficantes y ordenaron a los militares peruanos abrir fuego. La avioneta fue a caer en un río resultando heridos Jim Bowers, el piloto y una de las niñas. Murieron Verónica Bowers y la otra bebé.
Nueve años de mentiras y silencios han tenido que pasar desde entonces para que, finalmente, la CIA reconociera en estos días su error y ofreciera sus disculpas.
El problema es que son tantos los errores cometidos por sus agencias, infantes y gobiernos, y tantas las disculpas por causa de sus tantos desafueros, que Estados Unidos debiera cuanto antes establecer una nueva Secretaría de Estado: la de Disculpas.
Sólo institucionalizándolas va a poder dar curso a todas las habidas y  pendientes.
Y eso que los errores, para ser reconocidos, deben aportar a su desatino su condición de pasado. Ahora, por ejemplo, podría ser tiempo de lamentar los cientos de miles de muertos que dejaran hace más de medio siglo las únicas bombas nucleares lanzadas contra la población civil en la historia de la humanidad. Todavía sigue muriendo gente como consecuencia del más abominable y cruento genocidio y, lo que se dice “disculpas”, aún se hacen esperar. De hecho, todavía en la lápida de Harry Truman se puede seguir leyendo: “Hizo lo que debía”. Pero mañana, Obama, puede sin reparos ofrecer esas disculpas que nada va a pasar. Al futuro se subordina el reconocimiento de las culpas y disculpas, que hoy se niegan.
Bill Clinton, por ejemplo, ha pasado a la historia por sostener relaciones impropias con becarias ajenas cuando bien pudo haber trascendido por ser el presidente en la historia de la humanidad que más ha prodigado las disculpas.
Clinton pidió perdón públicamente por haber mentido al país en su romance con la Lewinsky y por la citada “impropia relación”. Se disculpó también por los sucesivos errores en que incurrió Estados Unidos y que condenaron a los pueblos indígenas de Norteamérica a degradarse o a desaparecer. Pidió perdón y ofreció nuevas disculpas por el apoyo que prestara su país al régimen racista sudafricano. Se disculpó por el respaldo ofrecido a Pinochet, a Duvalier, a Trujillo, a Ríos Mont, a Batista, a Somoza, a Stroerner, a D´abuisson y a otros muchos criminales al servicio de los Estados Unidos en América, como los generales que presidieron las sucesivas dictaduras militares argentinas por las que, igualmente, pidió disculpas. Lamentó los errores cometidos por los marines en Vietnam y matanzas como la de My Lay, aldea en la que los luchadores de la democracia inmunizaron a los residentes contra el peligro comunista achicharrando con fuego purificador sus dudas y sus vidas. Se excusó por el error cometido por su país durante la Segunda Guerra Mundial al canjear presos estadounidenses en manos de los japoneses por ciudadanos peruanos secuestrados por el ejército estadounidense a los que hicieron pasar por prisioneros nipones. Pidió perdón y calificó como error el apoyo dado en el pasado a hombres de la entera confianza de su país, como Noriega y Sadan Hussein.
Y como Clinton, los Bush y Ronald Reagan también se esmeraron en perpetrar  errores y disculpas. Lamentaron el bombardeo sobre el manicomio de Grenada, en el Caribe, cuando invadieron esa diminuta isla y, parafraseando a Pablo Neruda, convirtieron los locos vivos en cuerdos muertos. También se disculparon por los miles de muertos que dejaron los bombardeos de su país en el barrio panameño de Los Chorrillos cuando acudieron a detener a Noriega. Reiteraron sus disculpas por los numerosos errores que sus tropas y las de la OTAN, que vienen a ser las mismas, cometieron en Serbia y en Kosovo bombardeando trenes de pasajeros, medios de comunicación, embajadas chinas o, incluso,  refugiados kosovares.
Disculpas ofrecieron a los familiares de los casi treinta alpinistas italianos muertos en los Alpes luego de que un avión estadounidense que se entretenía ejecutando cabriolas en el aire, cortara el cable del teleférico en el que los alpinistas viajaban. El teleférico no estaba en el mapa, declararía el piloto antes de quedar libre. Tampoco estaba en el mapa el puesto de vigilancia en Vieques, Puerto Rico, bombardeado en las mismas fechas por otro avión estadounidense que le costó la vida al vigilante boricua y nuevas disculpas a la administración estadounidense. Y más disculpas se ofrecieron cuando un submarino estadounidense emergió de improviso en el Mar de Japón y se llevó por delante a un barco pesquero-escuela japonés matando a todos los alumnos.
Reagan pidió disculpas cuando, haciendo uso de su peculiar sentido del humor, en rueda de prensa en la Casa Blanca,  no tuvo mejor ocurrencia que declarar: “Conciudadanos, tengo el gusto de informarles que he firmado una ley que prohíbe a Rusia para siempre. El bombardeo empieza en cinco minutos”.
George W.Bush ni siquiera esperó a ser presidente para iniciar su catarsis de disculpas y, ya como candidato, pidió público perdón por sus reconocidas experiencias con las drogas, sobre todo el alcohol y la cocaína, según declaraba, “cuando era joven e irresponsable”, curioso atributo, por cierto, el que confería a la juventud.
Con apenas horas de haber sido elegido presidente ya se vio obligado a pedir perdón por haber confundido un país con otro y no saberse el nombre del presidente
paquistaní con quien se entrevistaría esa misma tarde. Y volvería a pedir disculpas por un error de bulto en la misma Casa Blanca, al pensar cerrados los micrófonos que estaban abiertos y llamar “pedazo de sica”, y no de cualquier sica sino de una “sica de primera”, a un periodista que, tal vez fuera una sica,  pero no era sordo.
Su última disculpa fue aceptar, antes de irse, que la guerra de Iraq no había terminado a pesar que él había declarado el fin de la guerra, precisamente, el mismo día en que comenzaba. De una guerra que ostenta, entre otros récords, el de ser la que más vidas de periodistas se han cobrado los errores de los marines. Entre ellos, el periodista español Couso, fusilado a obuses por un tanque estadounidense, junto a otro informador, en lo que la Audiencia Nacional Española calificó de “error habitual en toda guerra” y para el que sólo caben las disculpas.
Las mismas disculpas que se ofrecieron a la familia de Ricardo Ortega, otro periodista español asesinado a balazos en Haití por tropas estadounidenses.
Tanta constancia en la comisión de errores y disculpas, hasta permitiría a esa nueva Secretaría de Disculpas de los Estados Unidos, organizar sus errores por temas. Por ejemplo, el de las bodas.
Primero fue un enlace matrimonial interrumpido en Belgrado cuando no conformes, tal vez, con que los invitados lanzaran comunes granos de arroz a los novios, aviones estadounidenses contribuyeron a las nupcias con un misil, convirtiendo la boda en un entierro. Más tarde fue en Afganistán, donde un error en la información, confundió una boda local con un mitin, siendo bombardeado el matrimonio y muriendo los contrayentes, el religioso y trece invitados. Más recientemente la boda masacrada fue en Iraq donde los aviones estadounidenses mataron a 40 personas, incluyendo novios, padrinos, testigos y asistentes. Recientemente, otra boda afgana era bombardeada por un avión no tripulado arruinando las promesas de amor eterno.
Semejante apego a errores y disculpas ha tenido, sin embargo, alguna que otra excepción como la vivida en julio del 2001, cuando un avión espía de Estados Unidos, en misión de espionaje, dotado de sofisticados equipos para espiar, pero conducido, gracias a los medios de comunicación y a los usuales eufemismos,  por “personas”, “tripulantes”, “militares” y (más tarde) “rehenes”, en ningún caso espías, fue obligado a aterrizar en China, tras un “incidente” aéreo que le costó la vida a un piloto de ese país. Para la entrega de quienes los medios llamaban “pilotos”, “miembros” y “oficiales”, jamás espías, el gobierno de China sólo exigió una cosa: disculpas.
Y tardaron las disculpas, casi tanto como la entrega de los espías, aunque se acabaron dando.
Y Obama no se está quedando atrás a la hora de pedir disculpas. Ya como candidato pidió disculpas a dos mujeres musulmanas a las que se prohibió fotografiarse con él por llevar hiyab; después pediría disculpas a los discapacitados por bromear sobre su puntaje en el salón de boliche que tiene en la Casa Blanca; se disculparía con los estadounidenses de bajos ingresos a los que llamó “amargados”; y pidió disculpas, al mismo tiempo, por la detención de un profesor negro de Harvard y por calificar como estúpida la detención. También pidió disculpas porque su Air Force One, con él a bordo, sobrevolara a baja altura Manhattan causando el pánico entre la población. A los cinco meses de mandato, con el respaldo del Senado, Obama pidió disculpas a los negros por los siglos de esclavitud padecida y, más recientemente, insistía en sus disculpas por los errores antiterroristas en los controles de seguridad.
Hace apenas un mes el FBI pedía disculpas por usar el rostro de un político español como retrato robot de Ben Laden, mientras la casa Blanca se disculpaba por llamar “retrasados” a grupos liberales.
Las disculpas por los supuestos errores cometidos por las tropas estadounidenses en los países que actualmente ocupa no sólo son constantes, también son impunes y sangrientos.  Y no hay que consultar hemerotecas para confirmar sus errores y disculpas. Basta con abrir la edición del día para que nos encontremos el ejemplo más reciente.
Por ello es que Estados Unidos precisa una Secretaría de Disculpas, dado que para ellos no existen los tribunales internaciones de justicia. Y sí, errar es un derecho, pero nunca un oficio. 

martes, 16 de febrero de 2010

Concluído su proceso de debate

                Zutik Euskal Herria
La Izquierda Abertzale ha analizado la actual coyuntura y el proceso político vasco, y ha
debatido sobre todo ello. No lo ha hecho entre unos pocos ni en lugares ocultos. Al
contrario, ha llevado el debate a la gran sala de juntas que componen sus militantes y su
base social. Ha sido un ejercicio democrático, un ejercicio democrático eficaz, pues valdrá
para definir la estrategia política que necesitamos.
No se ha tratado sólo de un debate en abstracto, ya que, al mismo tiempo, la Izquierda
Abertzale ha tenido que intervenir e influir en la situación política. No podíamos
permanecer aislados en nosotros mismos, a la espera de que en algún momento todo se
aclarara. Teníamos que estar con nuestro pueblo y, a la vez que realizábamos este
debate, debíamos llevar a cabo iniciativas. Al fin y al cabo, para construir una estrategia
eficaz, la Izquierda Abertzale debe definir a diario su línea política y de intervención. Por
ello, desde el comienzo mismo del curso político comenzamos a dar cuerpo a nuestra
línea de trabajo, con iniciativas y propuestas concretas. Y de esa misma forma deberemos
continuar también en los próximos meses. Sólo a nosotros y a nosotras, y a nadie más,
nos corresponde asumir tal responsabilidad.
El concepto del tiempo hay que entenderlo en términos políticos. Son las condiciones
políticas y sociales las que fijan el momento de realizar apuestas. Pese a que nos ha
costado mucho crearlas, hoy en día existen esas condiciones para dar los pasos que
estamos dando. Ése es el motivo por el que hemos desarrollado este debate. Así, la
elaboración de la ponencia «Clarificando la fase política y la estrategia» y la presentación
de la Declaración de Altsasu responden tanto a la reflexión interna como a los pasos que
hay que dar en el proceso político. Ambos documentos han sido ratificados con un
amplísimo apoyo de nuestra base social, sin olvidar que en la Unidad Popular la
divergencia también tiene cabida. El debate llevado a cabo en torno a la ponencia
«Clarificando la fase política y la estrategia» y la presentación de la Declaración de
Altsasu ponen de manifiesto fehacientemente la voluntad de la Izquierda Abertzale por
llevar a cabo el cambio político y por transitar por el camino del proceso democrático.
Precisamente, a través del debate hemos descubierto lo que debemos hacer, así como en
qué hemos acertado y en qué nos hemos equivocado en este tiempo. Por eso, a la vez
que nos hemos reafirmado en nuestro proyecto y en las raíces de nuestra trayectoria,
también hemos realizado una profunda autocrítica. Con logros y errores, hemos traído el
proceso de liberación a la fase del cambio político. Ahora, se trata de hacer irreversible el
verdadero cambio político. Y asumir la apuesta de materializarlo exige cambios también
en nosotros y nosotras mismas.
El Pueblo Vasco y la ciudadanía vasca, fundamentos del movimiento de liberación
El Pueblo Vasco. La ciudadanía vasca. Los hombres y mujeres de esta tierra. Su
sociedad. Ésas son nuestras únicas referencias a la hora de dibujar nuestro proyecto
político. La Izquierda Abertzale reafirma su compromiso de atender al pueblo y a la
ciudadanía, de tener como norte sus deseos y anhelos, así como de respetar y hacer
respetar su voluntad.
De hecho, es la hora del compromiso. Es la hora de dar pasos. Y en este momento, la
Izquierda Abertzale es plenamente consciente de que la clave no está en esperar a
conocer lo que el resto de agentes están dispuestos a hacer, sino en lo que nosotros y
nosotras debemos hacer. De ese modo, nuestra fuerza y nuestra razón traerán nuevas
situaciones, podrán condicionar la actuación del resto de agentes y, lo que es aún más
importante, lograrán cada vez una mayor adhesión popular para que Euskal Herria sea
dueña de su futuro.
Realizar la apuesta política es una decisión propia, porque consideramos que esta
apuesta es la manera más eficaz para avanzar en el proceso de liberación, y porque
responde al deseo de nuestro pueblo. Nuestras decisiones deben ser siempre
consecuencia de nuestra voluntad y de la de nuestro pueblo. No debe estar forzada por
nada, ni depender de la voluntad de nadie más.
La imposición y la injusticia utilizadas por los estados no serán jamás ingredientes del
proyecto de los independentistas de izquierdas. No somos como ellos, tampoco cuando
debemos hacer frente a la represión salvaje y al intento de asimilación de nuestro pueblo.
No lo hemos sido jamás, ni lo seremos en adelante.
Damos nuestra palabra de que no dejaremos que se pierdan la esperanza y las
condiciones creadas durante estos años para alcanzar un escenario democrático. Sin ir
muy lejos, las movilizaciones populares de los últimos tiempos han mostrado claramente
que existe masa crítica para orientar convenientemente el proceso democrático mediante
vías políticas. Además, la Izquierda Abertzale puede confirmar que otros agentes, tanto en
Euskal Herria como en el ámbito internacional, están dispuestos a realizar junto con
nosotros y nosotras este camino, cada cual desde sus propias decisiones. Corresponde a
toda la Izquierda Abertzale alimentar las condiciones para que todo ello pueda
desarrollarse con fortaleza. No defraudaremos a nuestra historia. No defraudaremos a
nuestro pueblo.
Desde hoy mismo tenemos el futuro por ganar. La opción de la independencia está
abierta. En Europa se han constituido estados y en diferentes lugares ese debate está
plenamente abierto. La opción de crear nuevos estados es una opción real si existe la
capacidad de articular mayorías democráticas sólidas. Euskal Herria es un pueblo
organizado, dinámico y preparado, con suficiente madurez y con suficientes bases
políticas, sociales y económicas. Por encima de cualquier otra cosa, tenemos plena
confianza en nuestro pueblo.
Antecedentes políticos, motivos para la confianza
Hace 50 años Euskal Herria agonizaba. En este periodo de tiempo, gracias a la lucha,
hemos recorrido el trayecto hasta abrir la opción de la constitución del Estado Vasco.
Ahora, después de haber logrado frenar la operación política diseñada tras la muerte de
Franco, cuyo objetivo era la asimilación de Euskal Herria, estamos a las puertas de un
nuevo tiempo que tendrá como objetivo constituir un marco democrático.
En estas décadas hemos logrado muchos avances y victorias parciales. Además de
responder a las embestidas de los estados, hemos tenido capacidad de desarrollar una
línea política. Hemos hecho frente a los intentos de destrucción del independentismo y, al
mismo tiempo, hemos sido capaces de abrir y ganar debates, así como de colocar en el
centro del panorama político contenidos y propuestas concretas.
No ha sido un camino fácil. El sufrimiento ha sido la terrible consecuencia de este largo
ciclo de conflicto político y confrontación armada. Aunque muchos hayan querido ocultar
la realidad, el origen de ese sufrimiento resulta evidente: la negación de los derechos de
Euskal Herria. Esa negación provoca el conflicto político, y la estrategia represiva lo
alimenta. Superar esa situación es una necesidad para poder alcanzar ese escenario
democrático donde poder defender nuestro proyecto político.
Durante todos estos años, la Izquierda Abertzale ha realizado un enorme trabajo. Desde
la lógica política de ese mismo trabajo y desde la confianza que ofrece el camino
realizado hemos formulado el camino del próximo periodo. Nuestra historia y nuestras
razones nos dan confianza en nosotros mismos.
La fase política, la fase del cambio
Nos encontramos en una fase política agotada, y ello ofrece claramente oportunidades
históricas al proyecto nacional y social. Las opciones de cambio político institucional
caracterizan la situación de Euskal Herria, si bien es cierto que esas opciones tienen
formas e intensidades diferentes en el sur y el norte de Euskal Herria.
Es cierto que la situación de bloqueo se está prolongando más de lo debido,
principalmente porque los estados así lo han decidido a través de la estrategia represiva.
En concreto, en Hego Euskal Herria seguimos entre dos ciclos, uno agotado y otro nuevo
aún sin definir. Así, el pulso político del momento y la principal batalla se centra en la
dirección y forma de ese nuevo ciclo que hay que abrir.
La oportunidad de un cambio político verdadero, la oportunidad de superar el ciclo
estatutario supeditado a la estrategia de la negación de Euskal Herria y abrir un marco
democrático, se encuentra abierta de par en par. Ahora el desafío consiste en cruzar esa
puerta abierta tras décadas de esfuerzo, trabajo y lucha y efectuar el cambio político. Hay
suficientes condiciones para ello. La clave reside en concretar la estrategia eficaz que,
aprovechando esas condiciones, materialice dicho cambio.
París mantiene una agresiva actitud de negación sobre el norte de Euskal Herria. Pero ya
sea en la reivindicación institucional, en la defensa del euskera, en la construcción
nacional o en las luchas del ámbito socio-económico, las movilizaciones sociales
demuestran una y otra vez las ansias de vivir y la determinación por lograr el
reconocimiento de este país.
Las bases para el reconocimiento de la territorialidad de Euskal Herria están asentadas en
la ciudadanía de Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa. Tenemos que abrir en las tres
provincias una nueva fase que, mediante la acumulación de fuerzas, obtenga el
reconocimiento institucional y para que París respete la palabra y la decisión de Euskal
Herria.
La fase política a la que nos dirigimos es la fase del cambio político. Una vez creadas las
condiciones del cambio, llega la hora de materializarlo. Por consiguiente, el objetivo de
esta fase política es lograr el marco democrático que ofrezca las suficientes bases para
realizar el camino hasta la constitución del Estado Vasco.
El proceso democrático, la palanca del cambio de ciclo
El proceso democrático constituye la palanca para el cambio de ciclo, es el instrumento
principal de la fase política. Hay que articular un proceso democrático que tenga como
base la negociación, el acuerdo político y la participación popular. Desarrollar un proceso
de ese tipo resulta la única vía posible para realizar el cambio de marco.
Es hora de estructurar el proceso democrático. Y ese proceso tiene un objetivo definido:
constituir el marco democrático que resuelva los nudos de la autodeterminación y la
territorialidad. El marco democrático tiene que posibilitar que todos los proyectos políticos
puedan ser materializados, incluido el de los independentistas. El acuerdo político
resolutivo entre las distintas formaciones vascas, que deberá ser respetado por los
estados, constituye el elemento que debe gestar el proceso democrático. Los principales
protagonistas serán la ciudadanía vasca y Euskal Herria, para iniciar el proceso, para
fortalecerlo, para refrendar los acuerdos de solución y para tomar las últimas decisiones
sobre su organización interna y relaciones externas. Deben construirse las condiciones
para desarrollar adecuadamente este proceso, es decir, sin injerencias, injusticias y sin
violencia.
Tal y como se afirmó en la Declaración de Altsasu, iniciar el proceso democrático supone
una decisión unilateral de la Izquierda Abertzale. Pese a los altibajos y superando los
problemas que se presenten, el proceso democrático constituirá un reto que deberá
mantenerse en el tiempo. Para su desarrollo se buscarán acuerdos bilaterales o
multilaterales con los agentes políticos vascos y con la comunidad internacional. Así como
con los estados para alcanzar la resolución del conflicto.
Por decisión propia y desde la confianza, con la esperada ayuda de otros agentes y la
previsible oposición de potentes centros de poder, la Izquierda Abertzale prevé tres
estaciones en el proceso democrático que ya se está poniendo en marcha en Hego
Euskal Herria. Mientras, en Ipar Euskal Herria las labores principales consisten en el
trabajo de socialización y de dar forma a una acumulación de fuerzas específica. Éstas
son esas tres estaciones:
Mínimos democráticos. Constituyen la base necesaria para poder desarrollar el proceso
democrático. Deberán materializarse acuerdos o decisiones sobre la igualdad de
oportunidades de todas las fuerzas políticas y sobre la desactivación de las medidas de
excepción.
Acuerdo democrático. Se basaría en el desarrollo de los contenidos políticos trabajados
en el último proceso de negociación, reconociendo el carácter nacional de Euskal Herria,
garantizando que todos los proyectos políticos puedan ser realizables, y estructurando las
vías jurídico-políticas para que los territorios vascos puedan establecer sus relaciones
tanto entre si como con el Estado.
Marco democrático. Supondría la materialización jurídico-política del acuerdo
democrático. Se constituiría gracias a la voluntad popular y garantizaría superar las
negaciones estructurales que padece Euskal Herria. Ahí situaría la Izquierda Abertzale su
esfuerzo por crear una autonomía conformada por los cuatro territorios de Hego Euskal
Herria y con derecho a decidir, en el sentido expuesto en la propuesta de Anaitasuna, y
del mismo modo, en articular una autonomía con los tres territorios de Ipar Euskal Herria,
tal como recoge la Propuesta de Uztaritze.
Nuevas estrategias e instrumentos, medios para avanzar
Estamos comenzando una nueva fase, y ello exige nuevas estrategias e instrumentos.
Para llevar a cabo el cambio resulta imprescindible posibilitar una acumulación de fuerzas
creciente y llevar la confrontación al terreno donde los estados son más débiles, esto es,
llevar la confrontación al terreno político.
La conclusión del debate se ha decantado por situar todas las formas de actuación al
servicio del reto que entraña la nueva fase política; para favorecer la acumulación de
fuerzas que exige el nuevo ciclo. Por tanto, con el objetivo de la acumulación de fuerzas
como horizonte, la lucha de masas, la lucha institucional y la lucha ideológica, la
modificación de la correlación de fuerzas y la búsqueda del apoyo internacional serán los
únicos instrumentos del proceso democrático. El apoyo popular supondrá la única
garantía, y el movimiento popular, el acicate más eficaz.
Será el empuje de la unidad de acción y la activación popular, desarrolladas mediante la
utilización de vías y medios exclusivamente políticos y democráticos, el que abrirá el
marco democrático.
El proceso democrático tiene que desarrollarse en ausencia total de violencia y sin
injerencias, rigiéndose el diálogo y la negociación entre las fuerzas políticas por los
principios del Senador Mitchell. Nadie podrá utilizar la fuerza o amenazar con su uso para
influenciar en el curso o el resultado de las negociaciones multipartitas, así como para
tratar de modificar el acuerdo que nazca de las mismas.
El proceso democrático debe traer consigo una organización, una acumulación de
fuerzas, una capacidad de lucha y un apoyo popular crecientes, y gracias a todo ello se
podrán lograr objetivos tácticos y proyectar diferentes iniciativas: entre otras cosas, lograr
las libertades democráticas básicas y dar pasos en la liberación de presos, reoxigenar la
construcción y articulación nacional, fortalecer la ofensiva política en el ámbito
internacional e impulsar la negociación política.
La estrategia que estamos perfilando cuenta con ámbitos de trabajo bien definidos.
Resulta práctica y ofrece la posibilidad de dar pasos concretos. Las principales líneas de
trabajo consisten en sumar fuerzas en favor de la independencia y la soberanía, en
fortalecer las dinámicas en favor de las libertades democráticas y de los presos y presas,
en proyectar los instrumentos e iniciativas que desarrollen el proceso democrático -en
concreto, para impulsar la negociación política-, y en diseñar el camino para fortalecer la
propia Izquierda Abertzale. Desarrollar y concretar todo ello acaparará el trabajo teórico y
práctico de los próximos meses.
Consideramos que el proceso democrático y la construcción nacional deben ir de la mano.
La construcción nacional tiene una gran importancia también en la actual fase política. De
hecho, supondrá un instrumento para la acumulación de fuerzas y para que el proceso
tome una dirección adecuada. Hay que situar la construcción nacional en el cambio de
ciclo. Es más, el cambio de ciclo debe permitir que la construcción nacional avance de un
modo más eficaz, uniendo el trabajo del movimiento popular y el de las instituciones. En
nuestro análisis también la construcción nacional entraría en una nueva fase.
La Izquierda Abertzale quiere añadir al cambio político el cambio social, porque considera
que unirlos constituye garantía para ambos. Un cambio político sin cambio social sería
claramente insuficiente, y el cambio social sin cambio político resulta irrealizable. En
definitiva, además de hacer frente a la injusticia que impone el modelo neoliberal, la lucha
de izquierdas que debemos desarrollar orientaría adecuadamente el cambio político y
favorecería la acumulación de fuerzas de los trabajadores y los sectores populares. El
trabajo que debe efectuar el sindicalismo resulta fundamental.
Los y las independentistas de izquierda deseamos el cambio social, y para ello, entre
otras cosas, resulta imprescindible el aliento del movimiento popular, la práctica feminista,
una nueva política lingüística, un nuevo modelo educativo, el trabajo de los agentes
culturales y la pujanza del movimiento juvenil.
Para avanzar en esta apuesta política, en el futuro la Izquierda Abertzale deberá disponer
de una formación política legal para la intervención político-institucional, así como para
participar en la mesa de partidos políticos donde se logre el acuerdo político resolutivo.
Por tanto, le corresponderá a dicha formación, sea cual sea su nombre y estructura legal,
ser la referencia de todos los independentistas y socialistas de Euskal Herria en la
práctica política, de masas, ideológica e institucional a desarrollar en el proceso
democrático.
                                                                            Ezker Abertzalea
                                                           En Euskal Herria, febrero de 2010