miércoles, 29 de octubre de 2008

Iñaki Ezkurra, Sabin Intxaurraga y Ainhoa Larrañaga Militantes abertzaless

El dominio del ámbito institucional por parte del PNV, en lo que se
refiere a las formaciones de obediencia vasca, hace que tengan lugar
acuerdos como el presente, concebidos desde la orientación y las
prioridades estrictas de ese partido y del PSOE

Aún caliente el cadáver de la llamada Ley de Consulta y una jornada
reivindicativa («festiva» se ha llegado a decir paradójicamente) como
único duelo por el luctuoso hecho, llama la atención el reciente
acuerdo del PNV con el Gobierno de Zapatero para garantizar la
aprobación de los Presupuestos Generales del Estado.

También se ha dicho que con esta maniobra el PNV atiende a distintos
objetivos, entre los que no sería el menor la recuperación del tirón
que supuestamente habría perdido en determinados caladeros electorales
como consecuencia de la política del lehendakari Ibarretxe.

Sin embargo, resulta desconcertante que partiendo de un objetivo como
era la revisión del marco jurídico para incorporar en el mismo la
capacidad de decidir de la ciudadanía de la CAPV en sus relaciones con
el Estado y de una situación de confrontación política entre el
Gobierno Vasco y el Gobierno español, se pase sin solución de
continuidad a un acuerdo político entre el PNV y el Gobierno Zapatero
para garantizar la aprobación de los Presupuestos Generales del
Estado. Acuerdo que se concreta en un puntual desarrollo estatutario,
cuando menos dudoso, y en unas cuantas partidas para consolidar una
determinada infraestructura del transporte («puerto exterior» de
Pasaia) que, para empezar, no figura en instrumento ninguno de
planificación de infraestructuras públicas que sea conocido.

El acuerdo alcanzado no es respetuoso con el papel institucional que
le corresponde al Gobierno Vasco en materia de desarrollo del
autogobierno y supone, además, la aceptación devaluada de una
competencia exclusiva prevista en el Estatuto de Autonomía como es la
Investigación. Son dudas e incertidumbres que surgen de las diferentes
interpretaciones de lo acordado, que a las pocas horas hacen los
propios firmantes.

Por otro lado, de entre las posibles alternativas de inversión
necesarias, el PNV ha elegido el denominado puerto exterior de Pasaia.
En un entorno en que la verdadera urgencia apuntaría a una profunda
regeneración urbana y ambiental, la apuesta elige exactamente la
dirección contraria, es decir, la construcción del puerto exterior,
agregando a éste un gran polígono industrial. La convivencia de puerto
y ciudad es algo que no contemplan quienes abogan por la construcción
del puerto exterior. Como tampoco contemplan otras alternativas que
deberían ser consideradas desde una perspectiva de ordenación
territorial, así como desde la eficiencia en el uso de los recursos
públicos y privados; desde una visión de país, en definitiva.

A la fecha, el proyecto de puerto exterior presenta enormes
incertidumbres que ponen en duda su propia viabilidad, más allá del
voluntarismo de algunos. Se desconoce el coste del proyecto y no se
han medido los beneficios en relación con las alternativas. Por el
contrario, es sabido que el lugar donde se ubicaría alberga valores
ambientales insustituibles. Se trata de un espacio natural protegido,
tanto desde el ordenamiento autonómico como el de la Unión Europea. No
cabe imaginar que el acuerdo alcanzado prejuzgue la opinión de los
órganos ambientales que con independencia y rigor deberían
pronunciarse.

Sin ninguna concreción ni aval en cifras, se ha afirmado, como
supuesto factor atractivo del proyecto, que la construcción misma
ocasionaría ya un efecto beneficioso en el conjunto de la economía. He
ahí un primer indicador sobre la mentalidad que se halla en la
trastienda de esta propuesta. Pero en cualquier caso es indudable que
al absorber una enorme proporción de recursos públicos hipoteca otras
formas de economía para el futuro.

Afortunadamente, la sociedad vasca está cada vez más preparada y es
más exigente en los temas sociales y ambientales. Sabemos ya que en el
mundo globalizado en el que vivimos, si queremos ser competitivos,
debemos ir modernizando nuestro tejido económico y abandonando las
actividades económicas relacionadas con sectores obsoletos. Ya no
podemos competir con los países emergentes y en vías de desarrollo con
productos y servicios que en el sector se denominan maduros, aquellos
que, a pesar de su pujanza inicial, por diferentes factores, con el
tiempo han dejado de ser competitivos. Por ello, para garantizar en el
futuro unos niveles de bienestar aceptables, no nos queda otro remedio
que apostar por la investigación, la innovación y la sociedad del
conocimiento; por reconvertir y trasformar empresas obsoletas y
contaminantes; por impulsar sectores y productos de alto valor
añadido.

El dominio del ámbito institucional por parte del PNV, en lo que se
refiere a las formaciones de obediencia vasca, hace que tengan lugar
acuerdos como el presente, concebidos desde la orientación y las
prioridades estrictas de ese partido y del PSOE.

La sociedad vasca alberga en su seno, sin embargo, metas más
ambiciosas para el país. Apunta hacia objetivos que tienen que ver con
la emancipación y la no dependencia, así en el terreno político como
en el ámbito del desarrollo socio-económico e infraestructural.
Desgraciadamente, dichas ambiciones no cuentan, hasta el momento, con
una expresión electoral y una representación institucional propia,
acorde a su enorme extensión social. De estas carencias derivan
posiblemente políticas como las que se hallan en el origen de este
artículo. Ello nos debería hacer reflexionar sobre la conveniencia de
articular dicho espacio político mediante el acercamiento estratégico
del conjunto de las tendencias abertzales que se hallan a la izquierda
del jelkidismo, superando lo que todos sabemos que es necesario
superar, ofreciendo desde esas coordenadas soluciones y alternativas
de futuro a los problemas y retos que se le presentan a la sociedad
vasca del siglo XXI.

jueves, 23 de octubre de 2008

25 de octubre

25 de octubre

El convenio de Bergara firmado entre Maroto y Espartero en el año 1839, constituyó un engaño para los valientes soldados vascos, y puso fin a la primera guerra carlista. Del mismo, surge la promesa de Espartero de mantener las “leyes viejas” vascas. En definitiva, éste fue un pacto que España no pensaba cumplir ni mantener, quedando todo preparado para sacrificar al pueblo vasco.

En tal sentido, el 31 de agosto del mismo año, se propondrá a las Cortes la modificación de los Fueros vascos, y en la reunión del pleno llevada a cabo el día 11 de septiembre, los diputados de la mayoría solicitan la abolición de las “Leyes viejas”, echando por tierra los compromisos de Bergara, y como consecuencia se propone el siguiente proyecto de ley, que en su primer artículo establece:

Art.1: se confirman los fueros para las provincias vascongadas y de Navarra sin perjuicio de la unidad constitucional de la monarquía.

Según los diarios de sesiones de la época, la única voz en contra que se alzó fue la del Marqués de Viluma, quién presentó un voto particular, donde se solicitaba se confirmen los Fueros de las provincias vascongadas y Navarra, suprimiendo el párrafo “sin perjuicio de la unidad constitucional de la monarquía”.

La ley aprobada un 25 de octubre de 1839 era la consumación de la negación del derecho vasco, la anulación de su régimen de independencia, ya que la “unidad constitucional” consistía en tener un mismo rey, un único poder legislativo, una misma representación nacional, es decir, la abolición plena de la libertad vasca. Esta medida será complementada con la aprobación de la Ley Paccionada en el año 1841, que sellará la división de los Territorios Históricos de Hegoalde.

Han pasado muchos años desde aquel fatídico 25 de octubre de 1839, la lucha por recuperar los derechos de la Nación vasca se han llevado adelante en una primera etapa a partir de la reivindicación fuerista, hasta la emergencia del nacionalismo vasco como herramienta política, para continuar con esta persistente lucha.

Hoy Euskal Herria está asentada sobre dos Estados (España y Francia), con tres sistemas políticos administrativos diferentes, y en Hegoalde continúan vigentes los efectos de la Ley Paccionada. No quedan dudas ya, que el Estatuto de Gernika esta obsoleto. En tal sentido, resulta necesario un avance soberanista a partir de la superación del actual Estatuto, como así también, en la vertebración territorial de Euskal Herria.

La justicia española ha impedido que el pueblo vasco sea consultado, tal cual estaba previsto para éste 25 de octubre. La aceptación sin más, del veredicto de la justicia española no es un camino político válido. Resulta más que lamentable escuchar algunas voces provenientes del campo nacionalista, que han argumentado y continúan haciéndolo contra la posibilidad de consultar al pueblo vasco, siendo además, su única propuesta política auspiciar un “encaje amable en España”, sumado esto, la desfachatez de que a pocos días de habérsele negado a la sociedad vasca su derecho a opinar, se acuerde con quienes prohibieron la consulta, la aprobación de los presupuestos del Estado a cambio de unas migajas para Ciencia e Investigación, derechos y presupuestos que deberían haber sido transferidas en el marco del cumplimiento del Estatuto de Gernika.

La única forma de superar el conflicto político vasco, será a partir de comenzar a transitar un camino de acumulación de fuerzas soberanistas, en el marco de un proyecto independentista y de defensa irrestricta de la unidad territorial de Euskal Herria, sumado a la vertebración de un discurso claro hacia la sociedad vasca, la cual, esta cansada de declaraciones de circunstancias, de ver como se marea la perdiz, y de los actuales y vigentes discípulos de los célebremente nefastos Maroto y Espartero.

Prof. César Arrondo
Universidad Nacional de La Plata/ Argentina

Preparar el Post - Capitalismo

Preparar el Post - Capitalismo


"Las revoluciones se producen, generalmente, en los callejones sin salida" decía Bertolt Brecht. Los que hemos nacido tras la Segunda Guerra Mundial hemos vivido una inusual época de bonanza y de prosperidad económica sin parangón a lo largo de nuestra historia. No hace mucho, en tiempos de nuestros bisabuelos nuestra gente se marchó a Argentina o Idaho por la crisis de 1870, por poner un ejemplo, en la que la gente se moría de hambre. El ejemplo más claro de aquello es la hambruna irlandesa. Precisamente estos días se debería conmemorar el 79 aniversario de la crisis del 29 (del siglo XX). Cabe decir que en aquella crisis un dia la bolsa de Nueva York se desplomo. El Presidente de entonces, Hoover (no confundir con el longevo director del FBI), pidió a los empresarios comprar activos financieros. Y eso hizo J.P. Morgan. Trataron de reflotar la bolsa pero al final todo el sistema retrocedió. Debido a la crisis en la siguiente elección ganó un demócrata del norte: Franklin Roosevelt, a pesar de ser poliomelitico e ir en silla de ruedas. Claro esta que en aquel momento la clave de la recuperación estuvo en dos cuestiones: los americanos se echaron la culpa a si mismos de la causa de la crisis y con esperanza afrontaron su recuperación, y por otro lado sólo se recuperó Estados Unidos una vez bien entrada la Segunda Guerra Mundial.


El actual modelo tal y como lo conocemos, el liberalismo capitalista, es un elemento que trae consigo la crisis como un elemento estructural. Asi lo afirma el sociólogo Inmanuelle Wallernstein, cuando cita el sistema Teoría Mundo, en el que llega a señalar que habría tres ámbitos en la historia interconectados: Europa Occidental, Japón y Estados Unidos. Lo que le sucede a uno repercute a los demás. Es curioso que el patrón de esta teoría, Adam Smith, realmente lo que pedía con la mano invisible sobre la economía era que el estado interviniera sobre los gremios de entonces, auténticos lobbys de presión y corporativos que impedían el desarrollo de la economía. Es decir. Pedía libertad desde el estado británico, en este caso. Por otro lado cabe señalar que la primera patria del liberalismo tuvo durante el siglo XIX una política proteccionista, lo mismo que Estados Unidos, que únicamente se decidió a apostar por el libre cambio una vez asentada su industria. Con esto se quiere resaltar que por un lado está la teoría en materia económica y por otro las prácticas de cada país. Y las crisis cíclicas capitalistas, desde su inicio "formal", hace 5 siglos, han ido profundizandose en intensidad, hasta llegar a la citada de 1929.


La crisis de 1929 fue un punto de inflexión. En éste momento histórico apareció John Maynard Keynes quien rescató el capitalismo de su definitivo deceso introduciendo medidas correctoras al mal llamado libre mercado (que no lo es realmente, pues no se dan todas las condiciones teóricas en casi ningun caso). Con la desregulación galopante inagurada por Thatcher y Reagan y acentuada por el actual inquilino, George Bush Jr., el actual sistema se encuentra ante el reto de afrontar otra gran crisis como la del 29. Las bolsas se desploman dia si dia también. Y ante eso no cabe sino ir a las raices de la crisis. Y afrontar los retos de futuro con la vista ante lo que pueda venir, pero sin olvidar de donde se viene, cual ha sido la trayectoria del capitalismo y como nos ha afectado en su versión pura y en la versión de lo que los franceses llaman los "30 gloriosos", entre 1945 y 1975, de implantación efectiva del "Estado (keynesiano) del Bienestar".


Cuando un gobierno ante una crisis es capaz de olvidar todo principio ideológico para resolver un problema puede ser loable, según circunstancias, pero lo que están haciendo los gobiernos del mundo occidental, tanto en Europa como en Estados Unidos, es absolutamente inconcebible: se plantean la nacionalización de los recursos financieros "corruptos" para salvar las instituciones financieras. En vez de pensar en salvas a los ciudadanos de las hipotecas, de las deudas contraidas y demás cuestiones ligadas a las tasas de interes elevadas y al alto incide del Euribor.


La reflexión que debemos poner encima de la mesa es aquella que se refiere a pensar que el actual modelo está amortizado. Cuando un modelo no tiene contraparte, a la larga acaba perdiendo el rumbo, radicalizandose y produciendo incontinencia en la contención a los límites de lo que puede o no puede hacerse. El criterio de precaución es de los primeros en desaparecer. Ante eso debemos retomar la senda de la reflexión serena de todo el modelo. Y darle una respuesta adecuada. También desde Euskal Herria. Y más desde la izquierda, desde la socialdemocracia. Pensar en la disyuntiva que nos plantea Wallernstein: ó retroceder a un sistema donde las libertades estén más restringidas y la libertad económica sea más bien escasa ó iniciar la búsqueda de un nuevo sistema basado en las personas, a escala humana, que responda a las necesidades de la ciudadanía, donde la política sea quien marque las normas de juego, donde la democracia sea participativa y se pueda opinar no sólo cada 4 años en unas urnas, con una sociedad civil dinámica. Este es el reto en el que nos abocamos en este momento.


Nuestra história reciente en la Europa que nos ha tocado vivir ha sido una oportunidad para hacer posible nuestro actual status económico y social. Y es en este marco en el que debemos hacer esta reflexión. Con nuestros aliados y amigos que pensamos en estas claves para ir creando un debate a nivel europeo con clave de avance hacia esa "Europa unida en la diversidad" que marca como lema la actual UE, con marcado acento social y progresista en lo social y económico.


Parafraseando a Hegel, el economista hace economía cuando ésta ya ha pasado. Por eso mismo nuestro compromiso con la política ha de ser más fuerte que nunca en la defensa de nuestro futuro común en paz y en bienestar. No podemos hacer más, ni debemos hacer menos.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Nacionalismo cívico del siglo XXI

Nacionalismo cívico del siglo XXI


Euskadi no puede ser sino aquel espacio de convivencia en el que los que aquí tenemos nuestra residencia nos desarrollemos como sociedad. Las autoridades que elegimos cada cuatro años deben responder a esa exigencia ciudadana. De facilitar la resolución de los problema de todas y todos nosotros. Para eso y no para otra cuestión nos planteamos la política los que pensamos que esta sociedad debe asumir los retos de futuro en tiempos de dificultades, no sólo a nivel de Euskadi, sino a nivel de la Unión Europea y de todo el mundo, por extensión.


La gestión de lo público requiere una serie de valores. El de la honestidad, la credibilidad, la asuncion de las responsabilidades asumidas y ser capaces de afrontarlas sin descuidar que los programas electorales y de gobierno son contratos con la sociedad que nos deposita su confianza en la esperanza de que cumplamos con nuestra palabra. Ya sea en tema de empleo, de educación, de pensiones, como con la ley recientemente aprobada (sin permiso del estado por cierto, que aún tiene la competencia) y otras iniciativas han de responder indefectiblemente a los citados criterios de seriedad en un ámbito como es el de las administraciones públicas.


Los nacionalismos en la Europa del siglo XXI aspiran a ser capaces de tomar decisiones clave para sus pueblos. Escocia ha presentado una propuesta que avanza en la consulta sobre la soberanía escocesa en mayo 2010, a la par que presenta un plan para que todas y todos los escoceses dispongan de una vivienda en el año 2011. La construcción nacional y la construcción social son dos caras de una misma moneda en todo nacionalismo moderno. Porque ambas partes forman un todo en la defensa de que los pueblos, las sociedades nacionales como Euskadi, Escocia, Flandes y tantos otros son las que mejor serán capaces de canalizar y gestionar las necesidades de sus conciudadanos. No aquellas instituciones alejadas de la acera y de los ciudadanos, como pueda ser un ministerio español o francés, que además, tiene otras prioridades. E incluso son capaces de lanzar leyes sin habilitar presupuesto. Es decir. Dar las órdenes sin decir quien lo va a pagar ni cómo. La UE lo llama “Principio de Subsidiariedad”.



Una vez delimitado el terreno de juego hemos de ser capaces de crear las condiciones de un nacionalismo que sea capaz de ser auténticamente vasquista y que busque sin ambages ni ambigüedades la capacidad del pueblo vasco a decidir su futuro. No para tenerlo en una vitrina, sino para ejercerlo en un futuro. Ese es el objetivo a largo plazo de todo nacionalismo. La estatalidad. Como hemos dicho no gratuitamente, sino para lograr un mayor bienestar para la ciudadanía. Ninguna entidad que ha accedido a mayores cotas de autogobierno en los últimos 100 años se ha arrepentido o hecho retrocesión de su soberanía a sus antiguos depositarios. Es un dato a considerar que todo pueblo que ha avanzado en la ampliación de sus niveles de gestión de sus recursos ha considerado tal avance como positivo. Porque consideraban que era su cuestión, su problema nacional el afrontarlo, como así lo hicieron tantos pueblos en el corazón de Europa en el siglo XX.


Nuestra realidad nacional, la vasca, es compleja en su simplicidad. No podemos mirarnos el ombligo y decir que es el conflicto político más complejo del mundo, porque no lo es, ni tampoco desdeñarlo y afirmar que no existe, porque en extenso conflictos políticos hay muchos. Nuestro término medio debe reflejar la voluntad de la mayoría. Pero para ello las posturas han de quedar claras antes, por cada parte involucrada, para lograr ese pacto entre vascos. Algunos funcionan a golpe de encuesta. Y eso es absolutamente negativo. Porque lo que la gente asume como bueno es la claridad en los compromisos y la credibilidad en su puesta en marcha. Es así como convences al votante de las bondades de los proyectos que presentas: creyendo en ellos tú mismo. Y defendiéndolos hasta el final. Poniéndolos en marcha, en suma. Y si la gente empieza a estar cansada no hay que caer en la tentación de señalar que la clave es haberse pasado, porque nos estaríamos olvidando de que puede ser por defecto, como es el caso.


Euskadi lleva inmersa en procesos alternos de soluciones mucho tiempo y el tema vasco, en teoría, está más que trillado. Pero debemos entender que las nuevas situaciones propuestas los últimos años, a la par que novedosas en el ámbito político vasco, han carecido completamente de una campaña pegada a pié de calle para su difusión. Como diría Carod, estos temas deben hablarse en los kioscos, en las cafeterías, en las peluquerías, carnicerías y pescaderías. La sociedad debe estar en “tensión” manteniendo un debate sobre que significa cada una de las propuestas que les propongamos. Con información de primera mano. E instrumentos de democracia participativa para vehiculizar esos sentimientos que todos tenemos de aspirar a una vida mejor para nosotros y los que vendrán detrás de nosotros. Es decir, poder garantizar que la vida de nuestros hijos no será peor que la nuestra. Que podrán seguir llegando a fin de mes. Que tengan un techo donde cobijarse. Que tengan una pensión pública a la hora de jubilarse. Que la sanidad siga siendo pública. Que el estado mantenga sus responsabilidades dando servicios, no dinero contante y sonante, porque eso es pan para hoy y hambre para mañana.


Nuestra responsabilidad pasa sin duda alguna por que ese acuerdo integrador se de aquí, en Euskadi, sin duda. Pero sin vetos de ninguna clase. Si somos demócratas la mayoría decide. Y debemos tener claro que nadie va a venir a solucionarnos nuestro problema o conflicto antes que nosotros nos pongamos seriamente a resolverlo por nosotros mismos. Estamentos internacionales podrán ayudarnos. Asesorarnos. Darnos su opinión en éste o aquél tema. Y ser vehículo para una presión democrática. Pero la experiencia nos indica que no podemos poner nuestras esperanzas y nuestro futuro en manos de instituciones que pueden tardar hasta una década en tomar una decisión sobre un asunto que le consultemos a día de hoy. Podemos y debemos andar todos los caminos que nos ofrece la realidad política en la que nos situamos. Pero sin perder la perspectiva.


Nuestra fuerza es la sociedad vasca. Esa ha sido siempre nuestra baza. Un pueblo detrás de su gobierno. Pero no por ser gobierno. Sino por avanzar en la construcción de la nación vasca. Esa nación social y solidaria a la que muchos aspiramos a convertir en nuestra República Vasca en Europa. Es el aval de la sociedad vasca la que ha hecho posible lo que tenemos y es un recurso escaso y valiosísimo. No podemos permitirnos traicionar su confianza. Ante eso el reto más inmediato es ser capaces de no defraudar en las esperanzas puestas en las promesas y compromisos adquiridos. Ser capaces de ser flexibles como un junco chino, que se dobla sin romperse jamás. Suaves en las formas y determinados en los planteamientos.


Finalmente debemos tener en cuenta que todo avance en la afirmación de la identidad vasca va a tener su coste. Es decir, no va a ser un camino de rosas. El estado no está contento con una profundización en el camino iniciado en 1979 con las autonomías. Se habla de eliminar competencias transferidas y reunirlas en Madrid. Se habla de suprimir la co oficialidad del Euskera. Se habla incluso de la revocación del “privilegio” del sistema de concierto. De momento son minoría. Pero es preocupante para todo demócrata escuchar tales cuestiones. Frente a todos los retos planteados y los planteamientos no podemos sino generar una dinámica de amplia base, con un nacionalismo cívico como el que hay en Europa en este nuestro siglo XXI, un nacionalismo moderno, integrador, preocupado a pié de calle por las necesidades de la gente y que responda a las cuestiones políticas diarias de nuestras sociedades. Con estos mimbres queremos afrontar nuestros desafíos.

Liderazgo, Credibilidad, Motivación, Claridad en el mensaje, Compromiso nítido y Voluntad de cumplimiento de la palabra dada. Porque la sociedad vasca así nos lo demanda y porque somos conscientes de que ahora es el momento. Nuestro momento ha llegado. Porque juntos podemos. Yo estoy convencido de que así es. ¿Quién viene conmigo?


Juan Carlos Pérez Álvarez

jueves, 2 de octubre de 2008