martes, 15 de noviembre de 2011

NAVARRA Y LA DISPOSICIÓN TRANSITORIA CUARTA

"El navarro en robustez, a nadie cede la vez" (De un pliego de aleluyas de
hacia 1860)

Resulta absolutamente paradójico con quienes se auto-proclaman como demócratas de toda la vida, aunque no que el hecho de atentar contra la democracia se haya sucedido precisamente en Navarra, donde en la pretendida-mente olvidada guerra civil no hubo combates, pero si hubo 3 000 "bajas". Ahora nos vienen con la propuesta de la supresión de la disposición transitoria cuarta, en términos de anexión imperialista de Navarra por Euskadi. Y como la fuerza impresionante contra Euskadi, y sobre todo su nacionalismo (no, el nacionalismo español no existe, es... patriotismo constitucional, dicen), lo que venga por detrás creen que colará, pero no, al menos intentaremos poner la cosa en su sitio. Y es que van, una vez más, contra la democracia, y el derecho de la ciudadanía a tener su futuro en sus manos y en una urna. Es que prefieren la mesa camilla sin contar con nadie.


Veamos. Hace nada se ha reformado la sacro-santa constitución española para... si, para controlar el déficit público. Eso si, el déficit privado provocado por particulares, empresas (incluidos bancos) no se comenta... y por supuesto, esta reforma, aunque podría haber, temporal y jurídicamente, sido consultada a todos los que ellos llaman españoles (si, nos llaman españoles, pero nuestra opinión no les importa, salvo cuando no les queda otra, en las elecciones). Pues bien, eso demuestra que la constitución española se puede cambiar, se puede modificar, aunque no es la primera vez, puesto que el Tratado de Maastricht ya provocó que se cambiara el sufragio activo y pasivo en las elecciones municipales, esto es, poder elegir y ser elegido. Y otras, que no vienen al caso, entre UCD y PSOE en los 80, y PSOE y PP en los 90. La cosa es que la constitución es un arma arrojadiza, que se usa de manera absolutamente irresponsable, como se pudo ver el 12 de Marzo de 2004, cuando aun estando en dudas la autoría de los terribles atentados de Atocha, el lema de la manifestación era "Con la constitución", sin tener en cuenta que sólo un tercio de los ciudadanos de Araba, Bizkaia y Gipúzkoa la aprobaron en 1978, siendo mayoritaria la abstención.

Y es que entre los temas acordados estaba el tema vasco navarro. La posible unificación (o re-unificación) en una comunidad de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa con Nafarroa. Aunque no es para nada algo nuevo, aparte de la historia del Reino de Navarra, que aunque sus dimensiones eran mucho mayores, puesto que fronteras del mismo fueron Soria, Atapuerca, Cueto, la Ribagorza... es el momento en el que dichos territorios estuvieron bajo una misma administración. Todos éramos navarros. La posterior evolución de los acontecimientos llevó otros derroteros, pero citaré dos ejemplos. El Partido Republicano Federal (la corriente más izquierdista de las varias en las que se dividía el republicanismo español), de débil implantación en Navarra donde era liderado por Serafín Olave, en su congreso de Madrid en 1882 acordó redactar una Constitución en cada Estado de la unidad hispana. Así, Olave redactó la primera propuesta de "estatuto autonómico" para Navarra tras la Ley de confirmación de fueros de 1839, denominada "Constitución futura de Navarra o Bases redactadas según el espíritu de los antiguos Fueros, acomodado a las formas modernas". La "Gamazada" ocurrida en 1893, cuando el ministro Gamazo intenta recortar la autonomía fiscal de Navarra. Se produjo una reacción popular e institucional, tanto de carlistas como de liberales "fueristas", con significativo apoyo del resto de las provincias forales a favor de la autonomía foral de las provincias vasco-navarras. El término Laurak bat, que en euskera se puede traducir como "Unión de las cuatro" o por "Cuatro en uno", fue empleado por los "fueristas" para aludir a las cuatro provincias con regímenes forales.

Durante la transición, quizás debido a la propia evolución del siglo XX, y al impulso derivado del Estatuto y Gobiernos Vascos iniciados en 1936 en Gernika, se apostó (también por un Partido Socialista de Euskadi a 4 territorios) por la "integración" de Navarra en Euskadi, en pie de igualdad con sus hermanas forales. La propuesta era bien sencilla. Un gobierno para los 4, con un parlamento con igual número de parlamentarios (20 en un principio, 25 después; actualmente en el Parlamento Vasco hay 100 asientos), junto con el mantenimiento de las juntas generales de los territorios, Parlamento foral en el caso Navarro. Por supuesto con el reparto oportuno de tareas, en los diferentes niveles de la administración. Pero, cómo se haría? Pues se estableció la disposición, que debía de haber sido adicional, pero se transcribió como transitoria debido a que se esperaba que pudiera ser utilizada en los siguientes 5 años. Establecía que el órgano foral competente, en este caso el Parlamento votaría dicha propuesta, una vez elaborada, y esta debería ser ratificada en referéndum por la ciudadanía navarra. Siempre con respeto y acuerdo a los deseos del pueblo navarro. Que es el que debe tener la última palabra, cosa que, aun siendo una de las llamadas comunidades históricas, no por haber plebiscitado su estatuto en la república, sino por su sistema foral, no fue sometido a consulta popular, como si lo fue el vasco, el catalán, el gallego y el andaluz. Eso si, cabría recordar, también, otros casos en los que se hurtó la opinión de las y los navarros, como en el estatuto de Estella / Lizarra de 1932. La propuesta de unificación fue rechazada por 123 municipios navarros (la mayoría de izquierdas y de la Ribera Navarra, incluyendo a Pamplona y representando a 186.666 habitantes) contra 109 (135.582), con 35 abstenciones (28.859). La diferencia entre lo votado por los ayuntamientos y el resultado final fue debido a que 8 representantes de los ayuntamientos que lo apoyaban cambiaron su voto en el último momento, y otros 8 se abstuvieron. No se respetó la voluntad de la mayoría de los ayuntamientos navarros, puesto que estos antes de la asamblea se habían mostrado partidarios de tal integración. Jimeno Jurío revisa en el libro "Navarra jamás dijo no al estatuto vasco" en una a una las actas municipales y analiza los cambios de voto producidos entre los representantes, en algunos a negativo y en otros a la abstención.

Algunas de las muchas claves que se podrían citar ya están expuestas, pero finalicemos con dos ideas. Una es que en una constitución española que niega y prohíbe la federación de comunidades autónomas, reacia como es a consultar a la ciudadanía, que lo hace tarde, mal o nunca, tener una posibilidad de que el derecho a decidir recaiga en la propia voluntad de navarras y navarros es un bien que merece la pena ser preservado, por el simple hecho de preservar los pocos mecanismos existentes de "participación ciudadana" y "democracia participativa" que hay. Como todo, los navarros son libres de afrontar su futuro, y de usar o no usar los instrumentos y herramientas legales que tienen a su alcance. El que exista no significa eso. El problema es que en este estado llamado España nadie se fía de nadie. Y es que no hay más que mirar la recaudación fiscal, que no se fían de nosotros que es el único estado de nuestro entorno que, como creen que no tendremos dinero cuando llegue el pago de los impuestos, nos los detraen mes a mes, para asegurarse. Por otro lado es absolutamente irónico y aberrante que algunos que van en contra de la disposición transitoria cuarta de la constitución hablen de la identidad navarra. Son los que después, el año 2012 hablarán de la voluntaria entrega, y no de la conquista definitiva del Reino Pirenaico, es decir, de Navarra, eso si, respondida en 1512, 1516 y 1521. Y posteriormente mantuvo su soberanía al otro lado de los pirineos, uniendo la corona navarra sus destinos con la corona francesa, con Enrique III de Navarra y IV de Francia. Pero no fue hasta 1789 cuando fueron laminadas las instituciones navarras, con Parlamento Navarro (aún visible el edificio) en Pau. Por cierto, en el Tratado de Utrecht se consigna que, además de imposibilitar la opción de una cohabitación de las coronas francesa y española (abierta con Felipe V, pariente del rey sol francés), se consigna también que jamás podrá España aspirar a ocupar legítimamente la corona navarra. Cosas de la historia. De ese tratado sólo se quedan con lo referente a Gibraltar, por interés.

Navarra tiene su historia, mucha de ella, casi toda, compartida, sobre todo, con Bizkainos, Alaveses y Gipuzkoanos (y de otros pueblos, claro), y tiene una identidad, que hay que preservar, y no negar. Como muchos navarros neo-españoles han renunciado al euskera. Mejor no decirles que las glosas emilianenses no están escritas en "español", sino en navarro-aragonés. Y ni hablar de las joticas heréticas, ni de los bertsolaris, ni de la pelota, ni de la gastronomía, ni de... tantas cosas. Hasta intentar borrar las huellas del ayer. Tan cerca como que en una encuesta de 1976 se señalaba en Navarra que la provincia con mayor hermanamiento que tenían era Gipuzkoa. De ahí que lo mejor sea obviar estas propuestas que van no sólo contra la democracia, sino también contra el espíritu y la propia realidad navarra. Aquí, en este caso, quien está tratando de imponer su proyecto es Mariano Rajoy y el Partido Popular. No les gusta la democracia, no les gustan las consultas ni los referéndum (tan usuales en Italia, Suiza, Estados Unidos y otros), y no les gusta el pueblo. Se quedaron en la consigna absolutista: "todo para el pueblo, pero sin el pueblo". Y sinceramente, nadie se lo merece, ningún pueblo del mundo. De ahí que, por respeto, todo demócrata debería decir que SI a la Disposición Transitoria Cuarta, porque supone decir SI a un posible futuro de Navarra. Que decidirán, o no, las y los propios navarros. Como debe ser.

Juan Carlos Pérez Álvarez,

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