domingo, 24 de mayo de 2009

Hacia nuestra revolución inaplazable


Hacia nuestra revolución inaplazable
Oskar Matutes

Hace ya tiempo que tenía un compromiso con alguna gente y conmigo mismo acerca de la necesidad de escribir en torno a un tema, que más que ningún otro, está presente y nos acompaña desde el mismo día de nuestra venida a este mundo y hasta que lo abandonamos.

Y, no solo ocupa el espacio temporal que cubre nuestras vidas, sino que lleva siendo siempre así, con mayor o menor dureza, pero constante y presente.

Lo hago ahora porque hojeando el calendario me he dado cuenta de que en próximas fechas, concretamente el día 30 de junio, en una localidad de nuestro país, volveremos a asistir a una polémica (cierto que cada vez menor y menos estridente), que pone de manifiesto al igual que otros ejemplos que pudiéramos citar el mundo en el que vivimos y la sociedad que tenemos.

No, no hablo de futbol, ni de religión. El suceso o evento que me ha movido a escribir esta semana es el ya famoso Alarde de Irún, y el “tema” subyacente es la preeminencia de un modelo de sociedad androcéntrico que, de vez en cuando, y a raíz de conflictos como el derivado de esta celebración, se nos presenta como lo que es, un modelo social dominado por el hombre y al servicio del hombre, que oprime, esconde y silencia el papel de la mujer en nuestra sociedad.

Cierto, que para hablar de esta necesaria revolución pendiente, la de la igualdad plena y real de mujeres y hombres, bien pudiera haberme inspirado en los miles de ejemplos que a diario nos muestran la realidad del mundo en que vivimos, y todo sea dicho de paso, los hombres mejor que las mujeres.

Porque podría haberme inspirado también al ver las escalofriantes cifras de muertas por violencia hacia las mujeres en lo que va de año. O en años anteriores.

O podría haberlo hecho también al calor de la dura y difícil lucha que 57 mujeres de Renteria han llevado a cabo hace unos meses para defender un salario más digno, o sería mejor decir menos indigno, en la pelea que han mantenido con la dirección de Simply Sabeco.

También me hubiera servido como ejemplo la polémica surgida al calor de la modificación de la ley del aborto, o de interrupción del embarazo.

Y, así muchos más ejemplos, porque si uno se preocupa en rascar un poco en la artificiosidad de este modelo social, no cuesta encontrar entre nosotros y nosotras, una discriminación clara, palpable y cruel, como la que vienen soportando las mujeres a lo largo de los siglos por parte de este sistema, construido y pensado por y para hombres. Y, permítanme que lo diga, así nos va.

Pero, dado que he escogido como percha o excusa para hablar de esto el alarde de Irún, y la polémica que sobre él se cierne año tras año, si quisiera dedicarle al menos algunas líneas. Todo esto, por supuesto, sin desmerecer, ni minusvalorar de ninguna manera cualquiera de los otros graves hechos que he mencionado antes.

Pues bien, el día 30 de Junio en Irún, tendrá lugar la celebración del Alarde, con la que la población de Irún celebra un hito histórico de carácter bélico que tuvo lugar allá por 1522. Este hace referencia a las milicias que en Irún se organizaron para hacer frente al ejército franco navarro y del que estas milicias salieron victoriosas. Hasta aquí, nada extraordinario o sustancialmente diferente de lo que se puede encontrar en cientos de localidades de Europa.

Pero, desde el año 1996, en el que un grupo de mujeres de Irún pide participar en el alarde como parte de las compañías y no únicamente como cantineras, se desata una polémica y una confrontación que hace de este alarde un foco de atención mediática y de crispación social.

No ocuparé mucho espacio en decir, que para mí, el derecho de las mujeres a participar en pie de igualdad en cualquier esfera de la sociedad, y ésta es una más, está por encima de la tradición y la conservación de roles arcaicos que en nada debieran enorgullecer a quien los sostiene.

Ojalá, el paso del tiempo consiga que el alarde de Irún, sea entendido como un acto lúdico festivo abierto a la participación de todo aquel y aquella que lo desee, y no, como un ejemplo palpable de una sociedad confrontada, donde algunos para no perder su rol dominante se escudan en la tradición y niegan la participación real, libre y en pie de igualdad de todos sus conciudadanos y conciudadanas.

Mención aparte merece, la actitud de algunos partidos como el PNV, PSE-EE o el PP, y del Gobierno del Ayuntamiento de Irún, con su alcalde a la cabeza, el señor Santano (PSE-EE), que por mantener la saca de votos en la localidad y cediendo a la presión de los betikos, dan la espalda a resoluciones del Parlamento vasco, de emakunde y a la propia Ley de Igualdad.

Qué más da que sus propios partidos se hayan posicionado en el Parlamento vasco en sentido contrario al que ellos lo hacen en su Ayuntamiento. Qué más da que con su actuación estén dando carta blanca a la posición dominante de unas personas (hombres) sobre otras (mujeres). Pues eso deben pensar estos representantes municipales, que qué más da. Sencillamente deplorable.

Y, lo digo con claridad, no vale argumentar que la mayoría de la población de Irún, es decir la mayoría de sus 61419 habitantes, está a favor de la tradición, porque los derechos de las personas no se negocian, se aplican y punto. Ya que siguiendo el axioma de que una mayoría favorable a mantener una discriminación secular es razón suficiente, bien pudieran haberse negado el Gobierno en el año 1932 a conceder el derecho de sufragio a las mujeres, si, el derecho a voto, ya que este derecho encontró serias y muy fuertes resistencias en todo el arco parlamentario del entonces Gobierno de la República Española.

Pero la polémica desatada en Irún años atrás, y los argumentos esgrimidos por todos y todas me conducen a una reflexión mucho más amplia.

No vale con reivindicar la igualdad efectiva en derechos de las mujeres y los hombres. Para mí, lo importante es ir más allá, igualarnos en derechos está bien como punto de partida, pero es necesario plantearnos el modelo del que emanan esos derechos.

Y, ahí, coincido con las tesis feministas, que defienden una feminización de la sociedad, un cambio de modelo de sociedad repensada de forma conjunta por mujeres y hombres. Porque si no, lo único que haremos es mejorar la representatividad de las mujeres en una sociedad androcéntrica que se demuestra inútil y que de origen sitúa al hombre como centro de su arquitectura social y a la mujer como un sujeto invisible al servicio y complementación de las necesidades del hombre.

Así pues, la revolución feminista es no sólo inaplazable por justicia, sino absolutamente necesaria para repensar un mundo común donde la satisfacción de las necesidades humanas esté por encima del mercado y del modelo económico en el que se sostiene.

La economía ha sido desde siempre un uso social dominado por los hombres, de ahí la visión androcentrica, que sólo atiende a la economía de mercado como el único área real de la economía sin atender al trabajo no remunerado, pero tan trabajo como el que más, y que históricamente ha recaído en manos de las mujeres.

Y, no nos damos cuenta de que este modelo económico sustentado en el homo económicus existe, al igual que ellos mismos, por la atención y cuidados de las mujeres, sin los cuales ninguno de estos homos pudiera siquiera existir.

Por tanto, hay que posicionarse con claridad ante ciertos debates y decir con toda la rotundidad de que seamos capaces que la conciliación no es ni la solución ni el mejor avance. Que lo realmente evolutivo es la corresponsabilidad, el pacto entre iguales en el reparto de las responsabilidades compartidas.

Que la Ley de Dependencia no puede ser la puerta de atrás, por la que se dé carta de naturaleza a una injusticia, que aunque remunerada en alguna forma, seguirá siendo una injusticia. No podemos fomentar con ayudas económicas la invisibilidad de la mujer. Del mismo modo que no podemos considerar esta parte del modelo económico como secundaria.

Y, para ello, es necesario que se apueste por modelos coeducativos que contribuyan a cambiar el reparto de roles que nos viene acompañando desde tiempos remotos.

Tenemos que repensar nuestras ciudades y pueblos con una perspectiva olvidada, la de la mujer, y también tenemos que repensarlas en relación con el ejercicio del cuidado, porque no habrá igualdad sin ciudades con buenos servicios públicos y un justo reparto del cuidado.

Pero, lo que ya podemos ir haciendo es nuestra pequeña e intima revolución, la que cada uno de nosotros debemos hacer para no ser coparticipes de un sistema de dominación que ya dura demasiado tiempo y que sufren nuestras compañeras, nuestras madres, nuestras hermanas, nuestras hijas.

Podemos empezar por ahí, comenzando a cambiar nosotros para cambiar el mundo. Como lo han hecho ya muchos, y así contribuir a poner los cimientos de un mundo más justo, más libre y más igualitario. Si se animan ya tenemos tarea, hasta la semana que viene.

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